Explotación de la Prostitución Ajena, de 1948, considera la existencia de explotación sexual aunque exista consentimiento de la víctima.

 

Según el Informe de la Ponencia sobre Prostitución, abordada en la sesión de 13 de marzo de 2007 en la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de la Igualdad de Oportunidades del Parlamento, el comercio sexual mueve en publicidad un total de 5 millones de euros mensuales en anuncios sólo en uno de los periódicos de mayor tirada en nuestro país. Se estima que cuatro millones de mujeres y niñas son compradas y vendidas cada año en el mundo para forzarlas a la prostitución, a la esclavitud o al matrimonio. Según cifras oficiales,   las mafias ganan 7.000 millones de euros al año, mientras que en Europa, cada mujer prostituida  deja un beneficio mínimo de 45.000 euros anuales a los proxenetas. En España, se calcula que existen en torno a 400.000 prostitutas, lo que equivale a una para cada 38 hombres, si bien es cierto que estos datos no son del todo fiables en tanto que es imposible cuantificar de forma exacta cuántas mujeres ejercen esta actividad en pisos particulares. Estos datos indican que el 6% de la población española es consumidora de prostitución (el 99,9% de los demandantes son varones) y que hay un aumento de la demanda entre los jóvenes, en una sociedad donde se incrementa la percepción social del sexo como un producto más de consumo.

 

Esa compra-venta de servicios sexuales resulta especialmente atractiva en la televisión, donde proliferan los anuncios de servicios y contactos. El Consejo Audiovisual de Andalucía (CAA) abrió el año pasado once expedientes sancionadores por emisión de esta publicidad en horario infantil.  Con la actual legislación, se permite su difusión en abierto a partir de las diez de la noche, algo inaudito en el resto de Europa, incluso en los países que han regulado la prostitución. El CAA ha reclamado también  al Parlamento nacional y andaluz la regulación de los telechats y de la publicidad de contactos personales y servicios sexuales, frecuente en los medios audiovisuales que obtienen beneficios económicos mediante el uso de teléfonos de tarificación adicional.

Los medios de comunicación y los periodistas deberíamos contribuir a luchar contra los demonios que aún existen y uno de ellos es –parafraseando al sueco Stieg Larsson- el de la violencia que se comete habitualmente contra las mujeres y que algunos –demasiados- hombres hacen posible.


Carmen F. Morillo
Periodista y consejera del Consejo Audiovisual de Andalucía