El patriarcado ha surgido de una toma de poder histórico por parte de los hombres, quienes se apropiaron de la sexualidad y reproducción de las mujeres y de su producto, los hijos, creando al mismo tiempo un orden simbólico a través de los mitos y la religión que lo perpetuarían como única estructura posible.
A las mujeres se las ha excluido sistemáticamente de la tarea de elaborar sistemas de símbolos, filosofías, ciencias y leyes.
El ¨Feminismo¨ es la antítesis del Patriarcado pero no el contrario de Androcentrismo, a pesar de que esta acepción esté ampliamente divulgada.
Por esto el profesor Borneman (1975) llama a este período matrística; las relaciones humanas y las costumbres estaban mediatizadas por las mujeres y la maternidad, fenómeno natural del que emanaban los principios rectores por los que se gobernaban los grupos humanos.
El Patriarcado está compuesto de usos, costumbres, tradiciones, normas familiares y hábitos sociales. Para perpetuarlos, para que siguieran vigentes una generación tras otra, hizo falta algo más que la Ley, ley del Padre, fueron necesarios educadores, filósofos, pedagogos, médicos, religiosos, juristas y políticos. Toda una red de servidores del nuevo sistema, a veces incluso con la complicidad de algunas mujeres que siguieron el refrán ¨de lo perdido saca lo que puedas¨.
Los pilares
La gran diversidad cultural del mundo hace que los fenómenos patriarcales no sean exactamente los mismos en todas partes. Aquí hay divorcio y allá está prohibido; aquí las mujeres están obligadas a vestir de una manera y allí, de otra; hay zonas de liberación de la mujer más avanzadas que las demás, y así sucesivamente. Pero para que un sistema de cosas, un orden, se sostenga, necesita algunos pilares que lo afiancen definitivamente, que sean inmutables. Y uno de esos pilares es la prostitución.
Esta se da aquí, allá y más allá. Juega con el factor universal. Cuenta con el respaldo de la mayoría de los hombres aunque para otras cuestiones sean entre ellos enemigos acérrimos. La prostitución da carta de naturaleza al Patriarcado al presentarse como un fenómeno tan duradero en el tiempo que le hace confundirse con lo natural, es decir que está en la esencia misma de la sociedad sin posibilidad de cambio. En esto consiste ser un pilar, el más firme del patriarcado. No obstante, las mismas argucias que sirven para justificarla demuestran que no es natural sino histórica, de otro modo no serían necesarias, como no lo es tener que justificar que hay que comer, beber y dormir, por ejemplo. En ocasiones se ha dicho que las prostitutas existían para salvaguardar la honestidad de las mujeres decentes, como si una mujer ¨decente¨ no corriera el riesgo, según sus circunstancias, de caer en la prostitución. Otras se dice que es un mal imprescindible. Y, mayoritariamente, que es el oficio más viejo del mundo. En todo caso, del mundo patriarcal.
Derrotadas históricamente las mujeres y conseguido su estado de sumisión había que mantener la espada en alto para que no les quedasen dudas acerca de quién tenía el mando y cuál era su lugar en este momento; una humillación permanente, una herida siempre abierta en el colectivo femenino.
La Guerra es el otro pilar que fundamenta el patriarcado. Prostitución y Guerra están íntimamente entrelazadas. La primera es la puesta al día permanente del Matricidio (crimen originario contra la Madre). Estas mujeres están pensadas para no tener hijos, pero como los tienen a pesar de todo, éstos ocupan el lugar más bajo de la sociedad. ¿O acaso alguien ve al hijo de una prostituta como gerente de un Banco, alcalde de una ciudad o miembro de un Parlamento? La Guerra es lo que viene a continuación.
Los hombres con más mujeres e hijos tenían más poder que los demás, y o bien los convirtieron en súbitos o vasallos, o en enemigos. A esto se añadieron la posesión de tierras y animales.
La poligamia masculina, cuyo verdadero nombre es poliginia – poliandria sería la mujer que dispusiera de diversos o muchos hombres -, sigue estando por desgracia de actualidad en el mundo. La poliginia es todavía un residuo patriarcal demasiado extendido aun en el mundo, muy fiel reflejo del reparto de mujeres que son tomadas como otra clase de ganado, en este caso reses humanas. Es el otro extremo de la prostitución, y como casi siempre, los extremos se tocan.