FECHA: 18-01-1997

MEDIO: El País

El conflicto de los rehenes en Lima llegó ayer a los treinta días. La crisis de las elecciones en Serbia cumple este sábado los dos meses. Las negociaciones para la retirada de las tropas israelíes de Hebrón han aplazado su incompleta solución hasta cerca de un año. Ortega Lara –como signo- cumplió ayer 365 días de cautiverio. En Argelia, las matanzas se prolongan a lo largo de cinco años. Hay otros muchos conflictos pendientes de una negociación que, entretanto, se llevan por delante la vida de colectividades enteras.

En todos los casos, los negociadores son siempre hombres. Prácticamente, en ninguna comisión mediadora se ha visto intervenir a las mujeres y algo nos hace pensar que si el sentido se encontrara imbuido de otro sexo, las cosas podrían ser también de otro género.

Desde Oriente a Occidente se hecha de menos un proyecto de contenido humano por el que pugnar. Ya no habrá, se dice, una organización alternativa al sistema político y mercantil que conocemos. Este sería el fin de la historia.

La presencia de dirigentes femeninos es todavía es todavía escasa para decidir, pero ¿quién puede dudar que no sería lo mismo un mundo guiado por una mayoría de mujeres que por toneladas de testosterona? Ni los feroces nacionalismos, ni los afanes guerreros, ni las violencias terroristas, ni la insolidaridad del neoliberalismo son efecto de sus ideas. Sí son, en cambio, ellas las que atienden a los heridos en los bombardeos, las que se oponen con ahínco al terror, las que se alistan con decisión en las ayudas voluntarias. Dotadas de poder, acaso las cosas fueran de otro modo, pero está por realizar esa prueba y, con ella, el ensayo de una esperanza que ahora denigra la catadura de demasiados hombres.

Vicente Verdú