FECHA: 20-10-1999

MEDIO: Diario Córdoba

Las mujeres ponemos el grito en la tierra, en los jueces, en sus sentencias, en un sistema injusto, en una protección escasa. Pero también ponemos el grito en los hombres, en su cultura de prepotencia, en su patriarcado de siglos. “La maté por que era mía”, ese es el único móvil del asesino.

La violencia de género que ejerce el hombre por su condición de serlo, contra la mujer por su condición de lo mismo, por ser mujer, no es un comportamiento antiguo, ni de culturas primitivas, ni de generaciones trasnochadas por su mentalidad machista, éste caso lo desmiente. El último asesino, era joven. Educado en la puerta del nuevo milenio, de las libertades y el progreso. Y su víctima no era ni siquiera “suya” culturalmente hablando.

Muchas veces se analizan las connotaciones sociales que acompañan a los agresores, presionados por la interpretación de su mente perversa, acorralados por una decisión terminal de su orgullo de macho herido, que se señala como “cabrón” ante la sociedad vecinal que le rodea. Sociedad que ha considerado y defendido la sumisión y la esclavitud de la mujer ante “su hombre” hasta en los textos oficiales de matrimonio. Lo pero es que este asesino ni siquiera era cabrón, y su mujer, ni si quiera era “su mujer” (como vulgarmente nos nombran en los maridajes nominativos y formales). Un joven ha matado a su novia y su relación supuestamente se basaba en el corazón o en el amor, ¡qué fuerte!.

Hablamos de un crimen pasional, con la diferencia de que esta pasión se basa en un instinto pervertido y preocupante, por lo extendido que está, un instinto que no ha interiorizado de palabra libertad, también para el otro. El mensaje para él y para otros como él, asesinos en potencia que amenazan y maltratan en la intimidad de sus hogares, es de ¡¡Basta Ya!!. Nosotras estamos aquí, y seguiremos estando, existimos y existiremos siempre, les guste o no, a algunos hombres. Con los mismos derechos reconocidos en la constitución de los pueblos libres, en las sociedades de los pueblos libres, en los países de los pueblos libres. Al menos una parte de esa sociedad nos reconoce, y queremos que nos reconozcan todos.

No queremos más víctimas, no queremos más muertas. Exigimos una protección total, jurídica, institucional, del poder judicial, y de las fuerzas de seguridad. Pedimos las penas máximas para los culpables, y definitivamente para todas las mujeres el respeto a nuestras vidas y a nuestra integridad.

¡Queremos seguir viviendo!

María Paz Gutiérrez

Colectivo de Mujeres “Aquí estamos Nosotras”