FECHA: 29-08-2000

MEDIO: El País

Mientras que unas miles de mujeres nos reuníamos en Nueva York el pasado mes de junio para evaluar los avances de las mujeres después de la Conferencia Mundial de Beijing en 1995, millones de otras mujeres siguen sufriendo injusticias y violencias de todo tipo. Y es que a pesar de los continuos avances sociales, aún vivimos en un mundo en el que triunfan las desigualdades, con millones de personas sin trabajo, sin acceso a un mínimo vital en cuanto a alimentación, agua potable, vivienda, atención sanitaria, educación, energía o transporte. Y son las mujeres las que de forma mayoritaria sufren esta injusticia.

Un mundo en el que la violencia contra las mujeres continúa siendo una realidad universal: violencia conyugal, agresiones y mutilaciones sexuales, violaciones sistemáticas en tiempo de guerra… Ésta es la realidad de millones de mujeres. Una realidad universal presente en todas las sociedades independientemente de la clase social, los ingresos y de la cultura. Muchos estados que dan prioridad a costumbres y tradiciones sobre derechos fundamentales, toleran todavía la violencia física, sexual y psicológica.

El neoliberalismo y el patriarcado se alimentan y refuerzan recíprocamente para mantener a las mujeres en una situación de inferioridad cultural, de desvalorización social, de marginalidad económica, de ‘invisibilidad’ de su existencia y de su trabajo, de mercantilización de sus cuerpos.

Es por todo esto que en octubre de 1998, mujeres procedentes de 65 países se reunieron en Québec (Canadá) para adoptar una plataforma de reivindicaciones internacionales que están siendo defendidas durante la Marcha Mundial de las Mujeres que se está desarrollando durante todo este año y que culminará el 17 de octubre, Día Internacional para la Eliminación de la Pobreza, ante las Naciones Unidas en Nueva York.

Esta Marcha Mundial se sitúa en la línea de continuidad de las cuatro grandes Conferencias Mundiales convocada por las Naciones Unidas, pero más aún en la prolongación de los foros alternativos organizados por las ONG en torno a esas conferencias.

La Marcha constituye, de hecho, una reunión internacional auto convocada por el movimiento de mujeres para luchar contra la pobreza y la violencia hacia las mujeres, condenando la inacción, la ineficacia y el silencio de los Estados que tienen la obligación de proporcionar los medios para combatir estas injusticias.

Las mujeres reclamamos el respeto a la integridad de nuestro cuerpo y nuestro ser. Queremos iniciar este milenio con la certeza de que podemos cambiar el mundo, pacificarlo y humanizarlo. Marcharemos para que se reconozcan definitivamente los derechos fundamentales de las mujeres como inseparables de los derechos humanos universales, por la participación activa de las mujeres en la vida política, económica, social y cultural.

En definitiva, lo que queremos es estimular un enorme movimiento de solidaridad entre grupos de mujeres para que la marcha constituya un gesto de afirmación de las mujeres y poner de manifiesto la determinación de las mujeres de ayer y hoy para cambiar el mundo.

Gabriela Sánchez Aranda

Vicepresidenta Plataforma Andaluza de Apoyo al Lobby Europeo de Mujeres