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Las mujeres europeas tenemos que trabajar casi dos meses más, es decir un 15%, para igualar el sueldo anual de un hombre, tal como nos explica Elena Valenciano en la entrevista que nos concede en este número. Así, para obtener los mismos ingresos, las mujeres europeas tendríamos que estar trabajando hasta el 22 de febrero para igualar lo que ganan los hombres a 31 de diciembre. Es por esto por lo que vindicamos la instauración del “Día 22 de febrero: día de la igualdad salarial entre mujeres y hombres”, para que tal como el día mundial contra el cáncer, contra el sida, contra la violencia hacia las mujeres…, el señalar este día en la agenda sociopolítica, sirva para tomar conciencia de la feminización de la pobreza existente no sólo en los países en los que las mujeres están totalmente excluidas de todo derecho, sino también la Europa del progreso.
Para abundar en esta realidad, ocultada hasta nuestros días, y desconocida por la ciudadanía, hemos podido contar con mujeres que desde espacios políticos, sindicales, académicos y organizaciones feministas, conocen de primera mano que el sistema económico que engloba a mujeres y hombres está construido desde un patriarcado que nos ha excluido a las mujeres.
Ya Simone de Beauvoir, cuyo centenario de su nacimiento conmemoramos este año, defendió que el trabajo “es la única manera de garantizar a las mujeres una libertad concreta, pues gracias a él las mujeres pueden franquear en gran parte la distancia que las separa de los hombres”. Hoy en el siglo XXI se conoce que el paro, el empleo a tiempo parcial, los contratos temporales… tienen rostros de mujeres y cuando somos asalariadas por cuenta ajena, nuestros currículum y experiencia se ven marginados en tanto en cuanto el salario que percibimos las mujeres al mismo puesto de trabajo y con la misma cualifi cación profesional, es inferior al de los hombres. Esto, sin contabilizar el trabajo que hacen cientos de miles de mujeres sosteniendo la vida humana a través de los cuidados de todo tipo, ahorrando al Estado el costo que esto supone, y sin valorar esta productividad que aportamos las mujeres al PIB.
Tenemos que seguir trabajando hasta conseguir que las mujeres tengamos un salario que nos permita decidir desde una posición libre cómo queremos vivir, al poder sustentarnos a nosotras mismas sin tener que depender de contratos matrimoniales ni favores familiares, que nos convierten a más de la mitad de la población mundial en las eternas tuteladas por el Estado, los padres o los maridos, mutilando nuestra ciudadanía y perpetuando la brecha que separa la autonomía e independencia de los hombres de la dependencia y subordinación de las mujeres.